lunes, 13 de abril de 2009

Apuntes breves sobre "Dafnis y Cloe"

Entre el siglo II a.C. y el II d.C., se encuentra lo que se conoce la poesía griega y romana, la que presenta a grandes rasgos a dos enamorados que son separados, para luego reencontrarse y “ser felices y comer perdices”. Sus personajes son simples, aunque la trama es complicada. Un ejemplo de esta novela es "Dafnis y Cloe", del novelista griego Longo, las cual narra la historia de dos niños encontrados por pastores de la isla de Lesbos, que crecen juntos y se aman. Luego, Cloe es secuestrada por un pirata, pero volverá a su familia. Al final sus padres reconocen el amor que los dos se tienen. Volverán al campo para vivir felizmente casados.

En su libro primero, se dejan entrever que la madre de Cloe luchaba con una oveja por el amor de su hija:
“vio a la oveja que, con ternura verdaderamente humana, daba su ubre, para que de ella sacase abundante leche, a una criaturita, la cual, con avidez, pero sin llanto, aplicaba la boca pura y limpia, ya a una teta, ya a otra, y cuando se había hartado de mamar, la oveja le lamía la cara”
“Napé, que así se llamaba la pastora, amó desde luego a la niña como madre, recelosa de que la oveja no la venciese en ternura y en prueba de que la niña era su hija, le puso el nombre pastoral de Cloe”.
La verdad, es algo complicado imaginar a una oveja amamantando a una niña humana y en el caso de Dafnis, a una cabra. Me imagino que esta oveja en algún tiempo atrás conoció a los padres lobo de “Rómulo y Remo”, quienes le enseñaron como criar humanos, pues el instinto no da para tanto. Igualmente, creo que tuvo mucho cuidado para que no se la comieran. Es así que, al parecer la única diferencia de la pastora que adopta a Cloe con la oveja que la alimentó, radica en su bautizo, en la facultad de nombrar a la niña. “beee, bee, beeeeeeeeeee”; si alguien supiera la lengua hablada por las ovejas, podría reconocer que la oveja también le dio nombre a la niña.

Sea como sea, alimentados por mamíferos que producen leche diferente de la humana, Dafnis ilustra ese sentimiento de amor, no el amor filial, sino como un tipo de “eros”, diferente al que se siente por los familiares o por los amigos:
“Me falta el aliento, el corazón me palpita, se me derrite el alma, y a pesar de todo, quiero más besos. ¡Oh, extraña victoria! ¡Oh, dolencia nueva, cuyo nombre ignoro! ¿Habría Cloe tomado veneno antes de besarme? ¿Cómo no ha muerto entonces?”
Cuantos jóvenes no han sentido lo mismo. “Siento mariposas en el estómago”; dirían unos, “Le tengo unas ganas a esa vieja”, dirían otros. En fin, verdadero amor, verdadera atracción física”, lo importante es saberlas diferenciar. Y que ojalá, se pueda llegar a una relación sólida como la que los dos protagonistas tendrían al concluir el libro.
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